10 julio 2006

Los Castros de Baroña, vestigio de nuestro pasado.



Hace unas semanas he estado en Galicia, tierra de mis ancestros y me gustaría hacer este reportaje sobre los Castros de Baroña, lugar paradisíaco, mágico y místico donde moraron mis antepasados celtas.

Este Castro, situado en el municipio de Porto do Son, en La Coruña, fue descubierto en 1933 por Sebastián González García y pasó, inmediatamente, a formar parte del Patrimonio Artístico Nacional.

Es uno de los mejores ejemplos de Castro de tipo marítimo, ya no sólo por su ubicación, sino por el medio de vida de sus habitantes, que según las teorías más aceptadas, indica que fueron los celtas de la tribu de los “presamarcos” los que ocuparon este territorio hasta una época bastante tardía, quizá hasta la llegada de los suevos, pasando primero y de forma ineludible por la romanización de sus costumbres, creencias y cultura, perdiéndose de esta manera partes muy importantes de su cultura propia.

El Castro de Baroña, con una extensión de 22.600 m2, se encuentra situado en una península rocosa a la que se llega por un istmo arenoso en el que se pueden encontrar las primeras fortificaciones. Me parece importante destacar la inteligente situación del Castro elegida por nuestros antepasados para levantar su asentamiento y su urbe. La península rocosa, con altitud, perfectamente defendible por todos sus flancos, bien sea de forma natural por el mar y los acantilados en su parte posterior y lateral, bien sea de forma artificial, fortificando el único punto de acceso posible, el istmo, convertía al Castro en un bastión de resistencia ante ataques enemigos superiores en número y mejor armados.



Nos encontramos en el istmo los restos de la primera fortificación de defensa, dos murallas paralelas cuyo interior estaba relleno de arena y roca para hacerlo más resistente. Luego un triple encintado de muros paralelos y escalonados de un metro de espesor que finalizan en una puerta de entrada.






El Castro está dividido en dos zonas, la zona sur (más baja) y la zona norte (más alta) a la que se llega por medio de unas escaleras. Los estudios arqueológicos sugieren que se debe a una ampliación del Castro. Las defensas de cada zona son diferentes por sus características también diferentes. En la zona sur, no hay un muro triple a diferencia de la zona norte en el que sí lo hay, es un muro sencillo porque, posiblemente, el acantilado rocoso ya dificultaba suficientemente el acceso al interior.



Las construcciones que podemos ver son de planta circular, con banco corrido en todo el perímetro en las que no se aprecian ni puertas ni ventanas. Esto es habitual en los Castros que han sido poco o nada romanizados en el momento de su construcción y la teoría más aceptada es la que indica que la puerta estaría situada en la techumbre, explicándose de esta manera también la escasa altitud de las paredes exteriores. La iluminación se obtendría por una abertura en la parte superior y serviría también como tiro para la chimenea.

En definitiva, un lugar que recomiendo visitar a todo el que pueda acercarse. Subir a las rocas más altas de la zona norte, mirar el mar, notar su brisa, cerrar los ojos y sentir la magia del lugar, hace que te transportes hacia épocas pasadas y sientas de forma intensa, la fuerza y el espíritu guerrero de tu estirpe.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

yo he estado, en esa zona. Buen texto y te felicito por el blogg

2:41 a. m.  

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